lunes, 30 de noviembre de 2009

EDITORIAL: REVISTA PAPEL ROJO


Nadie puede negar que la muerte muestra con frecuencia su presencia, en ocasiones, lenitiva para el cuerpo padeciente, en otras, las escenas trágicas nos hacen pensar en un ser malvado tocando con su guadaña a diestra y siniestra, sin ton ni son, a cualquier individuo que no logramos imaginar criterio alguno para elegirlos. No obstante, los que creemos en un orden cósmico, sabemos que nada sucede al azar. Nadie muere por capricho de un ser que esta más allá del bien y del mal, lo que obviamente se traduce en la existencia de explicaciones que, es cierto, no alcanzamos a evidenciar o comprender. Esto demuestra nuestras limitaciones para interpretar los acontecimientos de la naturaleza lo que nos impondría, necesariamente, asirnos de medios más sublimes o trascendentales para leerlos o entenderlos.
Sólo lo eventualmente incomprensible e inaccesible, puede llevarnos a concluir en un oscurantismo de conocimiento, pero, cuando se echa mano de los sentidos suprasensibles que tenemos, como por ejemplo la intuición objetiva, esta nos lleva a dilucidar cualquier símbolo del lenguaje de la naturaleza, de modo tal que ningún suceso u acontecimiento sea ininterpretable. Del mismo modo, la muerte tiene ese cariz oscuro porque no podemos leer en ella su mensaje objetivo, llevándonos incluso a no poder trascenderla, prescindiendo de ella, para conocer ese otro lado que de tanto misterio está envuelto gracias a nuestras propias carencias de sentidos sensibles.
La muerte como un hecho físico esta allí, sin que nadie la pueda negar; y no se le puede negar porque no se le conoce, sólo el conocimiento de la misma nos llevaría a la negación vital de la misma. Y es justamente con ella misma que podríamos vencerla a ella misma. Sólo la muerte puede vencer a la muerte. Si descubrieras que hay detrás del traje frío de capacete negro, calavera blanca y dorada guadaña, te liberarías de ella por toda una eternidad. El secreto esta en la misma muerte. Sólo muriendo puedes eliminar a la muerte. Al fin al cabo el hecho de la muerte es un acto que palpita de instante en instante, de momento en momento, aquí y ahora, que más da hacerla conciente para eliminar todo aspecto psicológico negativo que es el desencadenante de la física muerte. Pero sólo valientes, ha registrado la historia secreta que han podido develar la cara oculta del portador de la guadaña. Una vez que le han visto la verdadera faz, ya no pueden morir nunca. Ella se rinde a sus pies y los reviste de la capa carmín de los reyes, reyes de sí mismos y por ende del universo entero. Te invito a morir, la muerte esta en marcha.


Editor: Marcoantonio Paredes

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