lunes, 20 de abril de 2009

MIS CUENTOS

Volver a ser
…hablar sobre amor por el messenger, cientos de veces, es como enamorarse a primera vista…

El pene al aire encogido, las nalgas frías dando la espalda a la mesa, las piernas yertas y mi torso lampiño, rompían la armonía del antiguo interior. Estaba desnudo frente al auditorio hablando sobre la película. Por inusitados momentos me preguntaba como es que la gente no ponía reparo en ello. No entendía como podía hablar con notable fluidez en esas condiciones. Me paseaba de un lado para el otro de ese extremo del auditorio y la gente, con evidente concentración, me perseguía con la mirada para donde iba. Como nada parecía más llamar la atención que mi perorata sobre el cine independiente y el cine comercial, continuaba, sin importarme el estar así, sin nada de ropa. Trataba de no distraerme en pensar que había sido de mi indumentaria de siempre. En ese estado, fácil podría arrancar una risa o una mirada de sorpresa, pero nada. Cuando ya estaba a punto de terminar mi discurso para ver la película, pude ver como un rostro me sonreía con especial familiaridad, y era evidente que se sonreía por mí. Insistentemente. Me avergonzó por un instante la desnudes de mi cuerpo, pero, como motivado por una ráfaga de terrible voluntad corrí hacia ella desesperadamente. Pero mis pasos se hacían lentos, pavorosamente lentos y ella sonreía, bella, hermosa, trascendental; y cada vez más angustiado, en un último impulso desesperado salté hacia ella: si era ella, Rossy, frente a mí, en el auditorio. Y no la pude alcanzar, ni su sonrisa, ni su rostro.

Mis ojos abiertos, con la vista posesionada sobre el techo blanco de mi habitación intentaba resolver nuevamente la angustia de mi corazón. Ese sueño apesadumbrado. Sabía que había visto su rostro, pero no lo podía imaginar: ¿qué era eso que me impedía verla y reconocerla? Eso duplicaba mi ya alicaído espíritu contrito. Me consolaba tratando de sacar deducciones de lo que habíamos hablado. Debe ser cierto lo que decía, es como otro mundo el de los sueños, otra dimensión. En esa desesperación, la posibilidad de hacerlo conciente, de tomarlo, de manejarlo, me abrumaba. Ella me había enseñado en muchas conversaciones como desdoblarme, se lo creí porque la amaba. Era otra especie de ser, salido de algún cuento feliz, cuando comprobaba su existencia cada día, vivía sólo para ella y no es para menos decir que para el messenger donde la podía encontrar, todo el tiempo. Hacía oídos sordos cuando me decían: que cómo era posible que me pudiese enamorar de alguien por el messenger, sin nunca haberla visto. Sólo sabía que se hacía llamar Rossy y nada más. Pero, para mi eso era lo absoluto, lo total. No había más.

Marcelo dice: Hola Rossy. Me has extrañado? Yo mucho.
Rossy dice: Si que si. Claro que claro.
Marcelo dice: jajajaaja
Rossy dice: Y dime, leíste lo que te pase a tu correo.
Marcelo dice: Si claro. (Respondiendo con temor, le preocupaba le preguntara más, había leído el texto con rapidez, sin importancia).
Rossy dice: me alegra. Dentro de todo ese largo texto sólo algo es importante, sólo una frase sencilla.
Marcelo dice: (Interrumpiendo) Tú sabes que no me gusta leer mucho. Me descubriste cuando al principio de nuestro encuentro aquí, te quise engañar que había leído bastante.
Rossy dice: si pes… jajajaja
Marcelo dice: quería impresionarte. Tú sabes mucho.
Rossy dice: no se nada amor… no se nada… sólo he leído bastante. Saber…
Marcelo dice: bueno eso pes, pero sabes.
Rossy dice: saber es más amor, es mucho más. Sólo recurre a ese poder que habla el libro y veraz, empieza aunque sea una sola vez al día.
Marcelo dice: y amor… cuando nos conoceremos. Tenemos ya casi…
Rossy dice: no hay apuro, nos conoceremos.

El barullo de las patrullas. La hora nueve y treinta de la mañana y no quería despegarme de mi cama. Y para qué, todo el mundo estaba hecho una caos. Ese huevón que hizo esto se debe estar muriéndose de la risa. Todo afuera esta patas arriba. Si por lo menos la tuviera a mi lado, sería suficiente. Prefiero morir aquí adentro sino puedo volver hablar con ella nunca más. Cómo no pudimos imaginar todo lo que se venía y se supone que somos más inteligentes. Y ahora, con toda la modernidad que tenemos, sólo queda cáscara. El hombre ha vuelto a ser el mismo energúmeno de antes. Sólo era ropa sofisticada con la que se había vestido nuestra humanidad, fingiendo ser algo que no era. Rossy, te tuviera a mi lado, nada me importaría y volvería a lo que hizo el primer hombre si estuvieras junto a mí. Pero, nadie, nadie carajo se daba cuenta de la dependencia que se había creado. Bancos, empresas, instituciones privadas, públicas, las personas: que mierda y eso a mí que me importa, sólo la quiero a ella a mi lado y el resto que se hunda en el hoyo. Rossy: morir en ti mismo: qué significa eso?.

Marcelo dice: amor... pero no te das cuenta que ya llevamos tres años.
Rossy dice: acuérdate… hablar sobre el amor por el messenger…
Marcelo dice: si ya sé… y te amo… aunque mis amigos digan que estoy loco por amarte sin verte.
Rossy dice: y que crees que dicen de mi… pero que importa eso…
Rossy dice: más importante es lo que yo te enseño…
Marcelo dice: lo trato de asimilar sólo porque tú me lo dices… por que te amo.
Rossy dice: algún día vamos a necesitar el desdoblamiento… las cosas en el mundo van a cambiar… y mucho…
Marcelo dice: en serio que lo he intentado, pero me quedo dormido…
Rossy dice:jajajajaja, not problem…. así es al principio.

Tengo ya tres meses en este estado y no puedo recuperarme. Todo mi mundo interior esta hecho trizas, nada de que lo intento erigir logro mantenerlo por mucho tiempo en pie, mi estado emocional es caótico y temo que me lleve a lo peor, y para colmo el mundo afuera igual. El cielo es gris, la atmósfera es marcadamente fría, las lluvias son mayores y el sol no quiere calentar nuestras almas tristes. Todo tiene un panorama desolador, el griterío de la gente, los saqueos, las muertes por doquier, la violencia familiar, la caída económica de los países, todo en su conjunto es una imagen torturante para un espíritu sensible. Como estará ella, que vivía todos lo dramas juntos cuando en el mundo algo pasaba. No la puedo olvidar, además no quiero. Prefiero mantenerla eterna en la última conversación.
Y una lágrima dejó caer de sus ojos después de dos meses. Había hablado con ella por tres años y no la podía olvidar. Y repetidamente, hacia la desesperación, se consolaba en las palabras últimas que las tenía imborrable en su memoria.

Rossy dice: nadie ha nacido sabiendo amor… todos aprendemos de todos… el destino ha hecho que nos encontremos y tú sepas esto… te amo y mucho y si tú también me amas debes empezar de a pocos…
Marcelo dice: si lo se amor, me lo has dicho muchas veces.
Rossy dice: te amo… mucho… mucho… mucho…

El primer mes que dejó de hablar con ella lloraba todo el día y todos los días su alma se empañaba de un río de lágrimas después de ir y comprobar que las cabinas seguían cerradas.

Si alguno de nosotros: siendo millares en el mundo, hubiera notado algo. Pero nadie creyó cuando llegó a los correos que el internet iba a ser destruida, a pesar de los comentarios todos pensaron que era una de esos emails que siempre se envían para joder. Nadie sospechaba en lo más mínimo en la amenaza y qué podría significar para todos este espantoso desastre. Después la amenaza tuvo nombre propio y todos los días llegaban mensajes sobre el asunto, aún así la gente no alcanzo a ver nada. Aún yo, no le deba importancia, vivía eufórico de encontrarla siempre, a la misma hora.

Marcelo dice: quizá yo no soy para eso amor…
Rossy dice: nada… todos hemos nacido para algo… y tenemos ese gran poder… sólo muere… muere… muere…
Marcelo dice: muere? muere?
Rossy dice: acaso no has leído el libro, esta claro, muere en ti mismo…
Marcelo dice: por lo menos déjame verte… no me digas que no tienes cam…
Rossy dice: si es verdad… no te puedo mentir como antes… pero aún no…
Marcelo dice: amor… porque me escribes así… y esas letras que significan…
Rossy dice: que es eso que me escribes… estas loco?…
Marcelo dice: no sé… yo no escribo nada… la máquina sola se manda…
Rossy dice: no entiendo… no entiendo… amor?… amor?…

Aquella tarde en las cabinas todos estaban perplejos y le reclaman al cabinero por su tiempo, el messenger, la conexión. Nada hacía presagiar. Yo mirando la pantalla, esperando alguna reacción: las palabras nuevamente, la ventanitas vibrando, las conversaciones, los zumbidos, la música, pero por sobre todo esperaba la ventana de Rossy. Pero nada. Sólo el rostro electrónico de un demonio apareció en cruenta carcajada diciéndose llamar Hacker daimos. Cumplió su amenaza y destruyó el internet. Puso en funcionamiento su redimplotion. Fue el final. El resto lo vivimos todos los días. La incomunicación de largas distancias es total. El daño llego incluso a la red satelital, creo que ni el mismo hacker imagino la destrucción que significaría. Un segundo holocausto después de lo de la segunda guerra mundial. La red ha sido eliminada y nada ni nadie puede hacerla volver. Las grandes industrias del internet y de las computadoras han caído, después de defraudar a todos y descubrir la mentira de seguridad que eran. Mucha gente se ha suicidado, y yo, yo no se que hacer. Rossy: si me hubieras dado tu nombre real, si me hubieras dicho donde vives, un teléfono, una pista. Pero nada. Ahora sólo tengo eso de morir en mi mismo que no acabo de entender y que se repite en mi mente como si fuera la respuesta a todo. Además, lo del desdoblamiento astral que en mi desesperación, estoy pensado, sería la única manera de volver a verte.

El tiempo logra lo que no logra la voluntad del hombre: sellar los sentimientos, pero, con el amor de Marcelo, ni siquiera el tiempo pudo forzarlo a mirar la otra cara de la existencia, la de vivir sin Rossy. El sólo vivía para ella, aunque los años se le acabaran contando su ausencia en el espacio, pero no en su corazón.

Y aquí estoy, dando vueltas en este mundo vuelto de cabeza, con los niños jugando nuevamente en las calles a los juegos de siempre, a saltar, a subir a los árboles, a columpiarse. Y los hombres nuevamente inaugurando el saludo y la conversación en los parques como algo novedoso, esto no hacía más que hacer vibrar mi espíritu diario, inmortalizándose. Y ahora algo se movía en mi corazón que no dejaba de decirme un no se que, pero que tenía la certeza me llevaba hacia a algo. Rossy me dijo de continuo que cuando se mueve algo allí, eso se llamaba intuición, que me deje llevar no más, que el corazón sabe conducirse con denuedo de lo incierto a la verdad.

De regreso a mi casa, sin contar el tiempo, sin ver los días y las noches, más que los que de mi corazón sacudiéndome de vez en vez para volver mis emociones en paz; me senté frente al árbol que había crecido bastante desde hacía tres años. Nunca lo había mirado. Nunca me había fijado en el hermoso verdor de sus hojas y los pequeños nuevos seres que se anidan en él, que ahora los oigo cantar sin perderme ninguno de sus trinos salutacionales, esos mismos que debieron cantar cada mañana que me sentía mal y desesperado, pero que resuelto a morir no podía oír. Miro la nobleza de este árbol y me comunico con él, con su nombre, con su voz, con su piel que me anuncia cambios. Antes los árboles comunicaban al tiempo los amores, las luchas, los padeceres del cielo y la vibración de la nueva vida e informaban alborozamente de las rutas de los sabios y de sus sueños deliciosos. Sus movimientos eran el de la imitación de los dioses y sus elementos y sus gritos nos anunciaban la venida de los avatares allá en los milenios venideros. Y no era el messenger. Cuánto romance en tallar el nombre de la amada en la corteza de alguno de ellos. Un corazón y un nombre tallado dentro cobraban vida, incluso en el suspiro de los enamorados preguntándose por los amantes. Y Marcelo cerraba sus ojos recibiendo con resignación divina la lontananza del hermoso pasado. Cuando, minutos después los abriese, guiado siempre por el corazón, talló el nombre de Rossy y el suyo junto, en aquel árbol junto a su casa que ahora era fuente de los pensamientos más sublimes y recónditos. La magia se procesaba de instante en instante en ese árbol ahora que llevaba el nombre de su amada inmortal. Allí estarás por siempre mi amor, se dijo mientras sonreía junto con la tarde de los tiempos. Allí estarás como estrella conjurando todos los males, como estrella bienhechora del fuego creador y del cual yo arderé cuando la emoción sublime de la muerte sea mi destino feliz.

Una tarde inusitada cuando la calma volvió totalmente al corazón de Marcelo y no cesaba de morir en si mismo, se sentó frente a su árbol como siempre, comprendiendo la insignificancia del ser humano frente a la grandeza de la naturaleza y volviendo la mirada hacia el corazón, con el nombre de Rossy y el suyo tallado en ese árbol, sacerdote de sus confesiones, volvió a sonreír después de trece meses, con lágrimas en los ojos, entre ese laberinto de sentimientos, tratando de guardar la calma, con el alma volcada en ese instante de existencia, leyó la inscripción que aparecía adicionada, que decía: te espero, por fin, a la cinco de la tarde frente a tu casa, en mi casa.
Y ya era la hora.
Sincera impudicia

“no hay nadie más irreconocible que uno mismo”
Era octubre. Una pía melodía insonora, silente, sorda; inundaba el ambiente solitario de la habitación. Un morado recogimiento golpeaba la desnudez del espacio y amenazaba con tomar toda la casa, todos los agujeros, hasta que la única privilegiada sensación sea ella, la jacintina y muda canción de aquel decano mes.

La casa, por demás, hablaba, sonreía, lloraba, respiraba, expelía un olor a beatitud. Si no es por los cuadros de bonitos clásicos paisajes, algunos almanaques de niños lozanamente sonrientes, algunos adornos de animales y una que otra cosa común y corriente, sólo faltaría la compañía de un cura para que sea una lustrosa iglesia o un convento. Pero, la señora Dalia recitaba de tal modo, diariamente, un discurso, que se acercaba en mucho al rito dominical de la misa, que le insuflaba de un aire de sacerdocio femenino.

Desayuno, almuerzo y cena, la señora Dalia oraba y agradecía ceremoniosamente a dios y sus santos. La familia estampada en la mesa, recogida en las palabras del matriarcado místico, volvían después de casi veinte minutos la vista al frente. Y comían todo alimento sin decir palabra alguna, menos ejecutar algún movimiento que no sea el de mover las manos, los brazos, la boca, etc., para llevarse y engullir los alimentos.

Vestidos largos, muy largos, mangas largas y el cuello cubierto, para no personificar el pecado con ningún centímetro del cuerpo; sus hijas no podían pintarse el rostro. El niño, pantalón de vestir color azul o marrón, camisa y corbata, para ser perfecto por dentro y por fuera.

Eran ya treinta años, once meses, dos semanas, cinco días, diez y nueve horas, treinta minutos; la mitad de su existencia, de vivir congraciada a dios en cada instante de su vida doña Dalia, así viviría el resto de su vida, y así tendrían que vivir sus hijos.

Ella, la hija mayor, demorándose en bajar, se miraba frente al espejo que en sus quicios de madera lucía estampitas de san judas, san patricio, san pedro, la virgen maría, san josé y otras, que le hacían recordar que la imagen del espejo tenía que parecerse algún día a la de alguno de ellos, eso era básico para que a los treinta y dos años pueda casarse y pueda elegir al hombre que podría poseerla en comunión con dios. La habitación estaba pintada de blanco, símbolo de la pureza y de la paz. Buena influencia para el corazón, el alma y los sueños de Paola. Le faltaban ocho años para poder escoger al novio. Atenta al espejo y a su imagen, se probaba unos aretes que secretamente había guardado después que una amiga le hiciera el regalo. Doña Dalia no dejaba que usara ningún ornamento, decía que eran joyas del diablo y que seguro él las lucía como estrellas en el cielo del infierno.

Paola, mientras se miraba al espejo, de vez en cuando observaba el reflejo en él del traje morado que le esperaba sobre la cama que estaba detrás. Era la octava noche de procesión y debía ir. Como todos los años. Ella sonreía alegremente, recordaba que el mes de octubre era el mejor mes para ella. El morado era su color favorito y todo lo que tenga olor y sabor a él era de un extasiante agrado para ella desde hacía tres años. Eran, además, las únicas noches que podía ejercer la libertad que la naturaleza provee a todos los seres de su creación. Pues su madre no la dejaba andar sola por ningún sitio, decía que estaba en la edad en la que el diablo anda a tientas detrás de sus inocencias para apoderarse de ellas.

Paola pertenecía a las acordonadas de la procesión, ella impedía que el impulsado frenesí de algún feligrés alcanzara la imagen. La luna la miraba silenciosamente desde lejos, sin poderla tocar. Su cabello salvajemente ensortijado que siempre llevaba atado, caía largo, como catarata de paisaje chino sobre sus hombros delicadamente altos. Le gustaba observárselo antes de amarrárselo. Su piel canela, bellamente aporcelanada, dejaba ver pequeñas pecas dulcemente estéticas repartidas en su rostro oval de hermosos pómulos salientes. Sus ojos grandes, pestañas largas y alzadas, naturales; dejaban ver todo el cielo de su alma sensual. Sus pechos cual frutas frescas se alzaban retando a la gravedad y brillaban sonoramente a los labios desconocidos de la lujuria.

Era lo suficiente de estatura como para alcanzar cualquier ansia febril y coger el ánimo más arrebatado y sublime, y sentir ese gran poder hurtado a la sensualidad del fuego.

Era un encanto. Era la misma magia elemental hecha niña, hecha mujer. Una magia que ejecutaba sus pases magísticos en la sinuosidad ponderada de sus caderas anchas que era sostenida por sus piernas endiosadas, divinas, gracias del cielo y columnas de la ignota libidinidad juvenil. Lascivamente inocente y atrayente. Toda una beldad rozagante, tenía que vestirla de morado. Pero ella se alegraba del mes, endulzaba sus labios con sonrisas continuas. Explotaban sus mejillas al vaciarse su festividad discretamente efusiva por la comisura de sus labios prodigiosos. Cada mes de octubre, ansiado por once meses centuriales, celebraba su navidad personal, era sus fiestas patrias moradas. Todo ese mes era su cumpleaños uno y hubiese querido recibir pasteles, dulces, piñata y felicitaciones, si es que no tendría que disimular su exagerada alegría, encubrirla, con la imagen de la devoción espiritual. Era su mes.

Doña Dalia vivía y hablaba orgullosa de su Paola. Era una devota incontrastable del Señor de los Milagros. Desde hace tres años que resultaba una feligresa denodada, virtuosa y ejemplar, y no había que exigirle como antes para cumplir con sus votos religiosos. Había cambiado. Se había corregido. Ella no lo quería decir y nadie lograba descubrir de la actitud nueva. Pero, al fin al cabo lo que bastaba era que cumpla. Doña Dalia estaba satisfecha con el rebozado cambio.

Paola, se urgía. Ya eran siete y cuarenta de la noche y ella debía estar a las ocho en su cita de todos los días de octubre y de todos los años. Se sacaba los aretes y se los guardaba en el pecho. Se cubría afanosamente de su traje morado sabiendo lo fácil que es ponérselo y sacárselo, y ceñía su deliciosa y poseedora cintura con el cordón blanco de costumbre.
Medias de nylon solamente hasta las rodillas y zapatos negros de amarras que nunca ha desamarrado, solo se los pone y se los saca. Mientras hacía todo, de soslayo miraba su imagen reflejada en el espejo, viéndose como iba quedando cubierta, lista para entregarse al señor de los milagros. A su señor de los milagros.

Doña Dalia, después de varias llamadas, la esperaba en la puerta de la casa. ¡Ya hija! , Le decía doña Dalia a Paola mientras ella bajaba por la escalera de madera, posando muy delicadamente solo dos dedos, con el avance de cada escalón, sobre el pasamanos que tenían cedrados sostenes con figuras de ángeles y trinidades.
Paola, cubierta de morado hasta las pantorrillas, bajaba como si no le debiese a nadie ni a nada su existencia, lucía esplendorosa y graciosa; mientras su madre ejecutaba una orgullosa y rugosa sonrisa en su rostro mientras esperaba que bajara totalmente para decirle: ¡Hay hijita mía! ¿Quién lo creyera ahora? ¡Toda una moradita! – Paola besaba a su madre mostrando su sonrisa inocente, la más inocente e ingenua que tenía y la abrazaba abriendo la puerta para salir de su casa.

Mientras más cerca estaban a la procesión, un extraño nerviosismo se apoderaba de Paola que se expresaba en una súbita risita inacabada y el temblor de su brazo, al que iba sostenida su madre la que le aconsejaba: “No tienes por que ponerte nerviosa hijita mía. Solo encomiéndate a dios y veraz que te dará la fuerza para cumplir con tu labor”. Paola asentía con la mirada de costado, mirando a doña Dalia, apagando su risita en un suspiro profundo y cardiaco. Guardaron silencio y Paola pareciera que se dejaba llevar del brazo y el sostén de su madre, mientras que ella paseaba sobre imágenes que frotaba sobre la nada de su mirada perdida; a pesar de que, los muchachos lanzaban las más atrevidas frases que estaban lejos de ser halagos: ¡Suegra! ¡Esta buena tu hija!, ¡Paola mi amor, te robo esta noche!, ¡Suegrita yo se la cuido!, ¡Paolita tengo un buen arranque para tus curvitas de la muerte! Etc., etc., etc. Pero Paola, parecía impávida ante aquellas atenciones, solo iba de frente. Doña Dalia consciente perfectamente del comportamiento decoroso de su hija, sabía que ella no desgastaría su entusiasmo en chicos de esa calaña.

Cuando llegaron ya se había hecho la formación del grupo de sahumadoras y el grupo de las que rodearían y protegerían la imagen. Paola, después del beso de su madre, tomó su lugar tomando la circular cuerda que rodeaba al señor de los milagros y se aprestaban a empezar una noche más de procesión.

La banda con un sonoro bum del bombo empezó la música al compás de una cadenciosa y trillada letra de costumbre: “Seeeñooorrrrr de los milagrooooossssss, aquí veniiiiiiiimoooooosssss en procesióooooooooon, tuuuuuuuuus fieles devotooooosss a implorar...” Y un río de voces inició a seguir plañideramente la canción del devoto tedio. Las nubes perfumadas de incienso y sahumerio cubrieron el paisaje móvil y los cientos de pasos lentos se fumaban las calles dejando, por donde pasaban, una ola de silencio y un tropel de humanos, de voces sordas y lejanas.

Paola se había olvidado de todo y no sabía de otra cosa, en ese instante, de su labor devota. Hasta que se dio cuenta que una mirada de enfrente insistentemente había estado queriendo llamar su atención con un movimiento de hombros y de cabeza hacia arriba y hacia abajo, interrogándola de algo que solo ella sabía. A lo que Paola, sorprendida, respondía con un: “no sé” gestualizado por su boca.

La cantidad de gente, el picadillo, los empujones, la cancioncita melosa, la sonora banda, el motor que lograba mantener prendida la luces de la imagen, el llanto de muchos niños, el llanto de arrepentidas, las oraciones de otros que no cantaban, la oscuridad de la noche, el polvo revelándose ante la cantidad de besos de los cientos de zapatos, y, la mirada de la virgen que le daba la espalda al principal de la noche, todo un ambiente de regocijo funesto, de excitación religiosamente doña peparado.

De cuando en cuando la procesión se detenía, Paola, lejos de la mirada de la madre, permanecía callada, sosteniendo la gruesa cuerda, esperando. La amiga la miraba sin quitarle la vista de encima. Súbitamente, su corazón empezó a latir tan rápido como podía y podía sentirlo chocar con su pecho. La respiración la convirtió en gemido y su cuerpo se estremeció en un paroxismo emocional lúbrico, cuando sintió la mano fuerte y grande tocando su cintura, mientras en ese preciso instante sonaba nuevamente el bum del bombo, reiniciando la procesión. Ella soltó la cuerda y la amiga asintió con la cabeza aprobando su reacción, chupándose con ganas el labio inferior.

Paola se dejó perder entre el avance de la gente, quedándose cada vez más atrás. Y solo pudo sentir como se iba alejando el canto, la nube de incienso, la gente y ese calor extraño que la rodeaba mientras estaba allí.

Era la treceava posición y solo recordaba el momento del escape, ese instante de serenidad convulsiva, como rayos de imágenes que pasaban por su mente, para retirarlos luego y poder saber que estaba sobre Marcelo, extasiada en un movimiento compulsivo de sus grandes caderas anchas, para sentir más el poder de estar encima, de ser poseída, mientras sentía como Marcelo frotaba con sus manos fuertes y grandes su vientre extensamente excitado. Sentir que estrujaban sus tetas, por que así quería que las llamaran, no senos, tetas; hasta sentir que se las arrancaran de pasión embelesadora e hipnótica.

“¡Cógeme el culo!” Gritaba ella cuando Marcelo se olvida de sus frondosas y duras nalgas. “Te falta manos” Le decía ella sonriendo fugazmente mientras cada vez ejecutaba movimientos con más audacia y rapidez, meciendo las caderas, tratando de que salgan de su orbita con tal de llegar, de llegar hasta el placer. Hasta lo máximo.
Paola, con los cabellos sueltos y salvajemente largos, parecía toda ella un personaje mítico salido de alguna pintura de la mano de un dios excitadamente creador, borracho de lascivia divina y lujuriosamente enamorado de la belleza. Paola, con luz ninfada, se había transformado en una rabiosa cortesana para su hombre, para su Marcelo, yacía embrujada por la magia de la rijosidad. Brillaba de un placer profundo. Yacía sobre la lascivia juventud: Mientras se podía oír una canción silenciosa de versos violinados y graves. Sensualmente cubierta de arrechura dejaba de ser para ser. Y sus actos mandaban a la mierda a toda hipocresía del mundo y solo era ella... Ella... Solo ella... ELLA...
El traje morado yacía bajo la comunión de sus cuerpos, sobre el suelo, cómplice formidable para una buena penetración, pensaba Paola, mientras se cogía el cabello que se lo lanzaba hacia tras con el desenfado de una puta maja goyana que era como le gustaba que la llamara mientras hacía el amor.

Mientras sudaba litros de placer terriblemente deseado, sentía que se venía el cielo, la emoción más infinita, innombrable e impronunciable por el verbo, la sensación más cruda y sensacionalmente poderosa. Y le gritaba a su Marcelo, enrojecida, expeliendo lágrimas de miel, con su voluntad en el cautiverio de su virilidad: “Mi amor, mi vida, tú eres mi señor, ¡hummm! ¡Mi único señor! ¡El que me hace el milagro! Tú eres, ¡Mi señor de los milagrooosss! Y lanzó un grito duro, maduro y grandilocuentemente gestado y se poso con el alma transformada con sus tetas relajadas sobre el pecho de su señor.

Mientras yacía sobre las andas de su querido Marcelo... Sobre las andas de una canción jodida y melosa avanzaba a lo lejos otro señor que no era el señor de los milagros de Paola, quien se mecía aún, ya lenta, sobre el placentero fuego de la sincera y natural impudicia de su ser.


Reflexión sobre el estado interior del hombre


Cuanto más pensamos en los horrores de la acción fraticida del hombre por el hombre, día a día, más nos confundimos y asalta la misma pregunta de siempre: ¿Cómo es posible que pase esto, después de todo lo pasado?

Es notable la cantidad de noticias de ataques a pueblos o ciudades enteras en los tiempos actuales. Ya no es sorpresa para ninguno oír los serios enfrentamientos en algunas zonas de oriente, que de propósito pareciera que hubieran sido creadas aquellas ciudades para el caos y la guerra.

Oír que en la Franja de Gaza cada día se enfrentan docenas de seres humanos provistos de esperanzas ilusas alimentadas por autócratas, que nunca dan la cara en el campo de batalla, es una noticia ya acostumbrada, que por su persistencia nos resulta indiferente y de costumbre.

Existen muchas instituciones mundiales creadas a partir de serios enfrentamiento internacionales para salvaguardar la paz mundial. Todos nos preguntamos, ¿qué tanto se hace para mantener la paz mundial?, ¿qué tanto se hace escribiendo en tanta papelería, la que al final va a dar a anaqueles atiborrados de otros papeles, las que al final sirven de recuerdo de citas, cenas, risas, palmadas, glamour y ostentación de los mal llamados gestores de la paz?.


Se han escrito sendos discursos sobre la paz mundial y el aseguramiento de la tranquilidad de los ciudadanos de los todos los linderos mundiales. Cada letra, cada palabra, cada frase, va cargada del espíritu de la esperanza, pero que en realidad no se sostiene más que en la ilusa mente de las buenas intenciones.

La realidad nos muestra todo lo contrario, basta con dar una mirada al panorama mundial para darnos cuenta que las noticias son desesperanzadoras. Algunos se han atrevido decir que todo esto pasará y que al final el hombre se dará cuenta y recapacitará ante tanta demencia evidenciada. Nunca más, se dijo después de la primera guerra mundial. Suficiente muestra de desvarío e infortunio para volver a pensar o maquinar otra guerra. Pero. Nunca más, se dijo después de la segunda guerra mundial. Pero. Las esperanzas de que todo tome un cauce pacifico y exista una atmósfera de armonía, en las actuales condiciones de relaciones mundiales, nos hace prever que una tercera guerra se avecina. El plan para limitar las políticas armamentistas de las naciones, es solo eso un plan. Todos los países, en su más o menos, gastan millones anualmente en armamento bélico y militar, como parte del presupuesto nacional de cada nación. Porcentaje presupuestal que en la mayoría de los casos es mayor a los porcentajes que se consideran para gastos en educación y cultura.

Nada parece funcionar dentro de esta vorágine existencial del hombre. Nada parece condicionar los límites de los intereses del hombre de enfrentarse a sus congéneres. Nada parece salir como lo que se planea para solucionar los problemas de convivencia entre los seres humanos. Es importante en toda problemática, cuestionar el asunto para obtener respuestas y estas a su vez soluciones. Pero, ¿nos estaremos cuestionando correctamente? ¿Por qué y para qué la guerra? Parecen preguntas fáciles de responder. La guerra no es un elemento activo de las sociedades que cada cierto tiempo se impulsan por si solas y empieza a generar todo ese caos. La guerra es una consecuencia, no es una causa, esto es algo que hemos olvidado. Pero, estudiosos modernos y “serios” pretenden señalar algo ya expuesto antes, para hacer fundamentar la actualidad, que la guerra es un elemento activo que es parte del desarrollo de las sociedades. El hombre nace para hacer la guerra, se puede leer por allí. Por ende se puede también leer por allí, que la paz es una consecuencia de la guerra. No se puede señalar uno sin la existencia de lo otro.

¿Por qué y para qué la guerra? Podría llevarnos a respondernos fácilmente ante circunstancias singulares o determinadas, pero, el problema de la guerra es el hombre en sí mismo. No es la guerra y los intereses bajo las cuales se generan estas. La guerra y el enfrentamiento es una consecuencia del hombre en sí mismo. El hombre tiene guerra por dentro, entonces tiene guerra por fuera. El hombre esta enfrentado consigo mismo, dentro si. El hombre se encuentra inconforme consigo mismo y ante su insatisfacción se enfrenta hacia fuera creyendo encontrar la satisfacción de sus conflictos en el exterior.

La guerra es una circunstancia, que obedece a una causa. Y al buscar el origen de la causa, todos creemos encontrarla en diferentes intereses creados por el hombre. El origen de la causa no esta en el dinero, no esta en el petróleo, no esta en la tierra, no esta en los límites, no esta ni siquiera en el interés de gobernar. El origen de la causa de la guerra se encuentra dentro del hombre, no fuera de él. Demás esta decir o mencionar aquellos aspectos negativos que hemos conservado por siglos dentro de nosotros. Si observamos la historia de la humanidad, la guerra se puede iniciar por las cosas más simples e inauditas. Todo se puede convertir en causa de guerra en el mundo. Hasta los asuntos más sacros se pueden convertir en argumento o justificación para iniciar la guerra. La justificación para iniciar el holocausto durante la segunda guerra mundial por Hitler, fue la venganza de la muerte de Jesús el Cristo. Si nos vamos más atrás, no olvidemos las grandes cruzadas, iniciadas con apoyo eclesiástico, que tenían como justificación secreta encontrar el Santo Grial. No olvidemos su guerra particular que inicio “La Santa Iglesia Apostólica Romana” con la Santa Inquisición, que asesino a cientos de personas, dizque herejes y hechiceros. Entonces las justificaciones para iniciar la guerra pueden ser diferentes y variopintas. Pero, no es realmente el origen de la causa. El interés de poder puede ser causa para originar la guerra. El interés por la extensión de la tierra, puede ser causa para originar una guerra. El interés por el dominio del petróleo puede ser causa para originar la guerra. Pero, no es el origen de la causa. El origen de la causa que tiene como consecuencia la guerra, esta dentro del hombre.

La psicología en estos tiempos se ha banalizado de tal modo que ésta es aplicada en un sentido trivial, no tiene la importancia fundamental que la tuvo hace mucho tiempo. La psicología moderna se ha dedicado a analizar cada vez más elementos extrovertidos, olvidándose de los elementos más profundos del hombre. La psicología en la actualidad le dice al hombre, que puede convivir con aquellos aspectos negativos en sus psiquis, siempre y cuando aprenda a controlarlos, o, que su accionar o actividad no afecte a los demás. Es un error mantener aquella tesis, la realidad del individuo salta a la vista. El hombre no tiene voluntad para controlar todo el tiempo aquellos aspectos negativos. La negación de si mismo basada en el control o la represión de esos aspectos negativos, sólo generan pasiones acumuladas en un recipiente psicológico o mental, que termina al fin al cabo por desbordarse en algún momento. Reprimir, controlar, no es eliminar o desintegrar. Y teniendo en cuenta que el hombre siempre afecta al hombre, condicionado a la socialización, es lógico pensar que siempre su parte psicológica negativa afectará a otra y esta a su vez a otra, o viceversa. La guerra es un asunto muy antiguo, que tiene por lo mismo, causas tan antiguas y a su vez orígenes tan profundos y ancestrales, es decir, la psicología que la origina es la misma desde mucho tiempo. La multiplicidad de elementos componentes en la psicología del hombre hace que este no tenga un control total de sí mismo. Por eso las cárceles están llenas de “no lo quise hacer”. Lo que un reo promete al verse en libertad difiere en mucho de lo que después vuelve a cometer y peor.
La paz no es una virtud que se encuentra en algún sitio. La paz no es una circunstancia que se pueda fabricar con poses, papeles, escenografías, serpentinas, banderas, discursos y muchos menos con decenas de instituciones en la que se firmen tantos acuerdos, que sirven para alimentar una historia plagada de mentiras. Vivimos engañados y engañándonos que los responsables de la guerra son todos los que tienen el poder. Vivimos engañándonos que la paz es una circunstancia que tienen que fabricar los grandes países que ostentan el poder a través de una economía solvente. Vivimos engañados que se debe luchar por la paz en el mundo, cuando en nuestros hogares estamos enfrentados con nuestra familia. Vivimos engañados que se debe luchar por la paz en todos los rincones del país, cuando en todos los rincones de nuestra psiquis tenemos muchos conflictos, lo que nos lleva a tomar decisiones y soluciones erróneas. La Paz es un estado interior, no es una circunstancia externa. Mientras que continuemos buscando la paz social dentro del colectivo o en algún lugar en particular, nos vamos a encontrar más que otras justificaciones para seguirnos enfrentarnos unos contra otros. Es momento que el hombre empieza a encaminar esfuerzos para dirigir todo su ímpetu y esfuerzos individuales en la eliminación de todos sus conflictos y guerras internas. Es momento que el hombre elimine el origen real de la causa de la guerra. Hay que eliminar aquellos aspectos negativos de nuestra psicología individual, allí esta el origen de nuestras circunstancias equivocadas, allí esta la causa de todos nuestros errores, allí esta la causa de nuestros infortunios y desazones. Mientras que nuestra psicología se incline a enfrentarse al vecino como la causa de nuestras desavenencias, contemos con que estaremos promoviendo una futura guerra fraticida. Una convivencia en armonía no se logra en el papel, se puede promover, incidir, pero, la paz solo se logra si el hombre tiene una psicología interna única y singular. Al fin al cabo nada se puede gobernar de afuera para dentro. El buen gobierno siempre es desde adentro para fuera. La paz es un estado interior y no una circunstancia externa.

sábado, 18 de abril de 2009

LA CONDICIÓN EMOCIONAL SUPERIOR DEL POETA




Por: Marcoantonio Paredes

Se ha extendido una gran creencia, mítica, que el poeta lo es cuando su condición adversa lo predispone “naturalmente” para el atractivo de la musa. De otro modo, lo contrario, conllevaría a perderse en el mundo de los sanchos, donde los quijotes mueren aspirados por las fauces de la miserable fe de los que no creen en otros mundos posibles. Entonces, así se cree, lo he oído y leído, que la condición original para el poeta es la de ser pobre o estoicamente sufrir todas las debacles juntas para poder cuajar en él la inspiración y conquistar la sensibilidad poética. Esto relacionaría directamente a la capacidad para creer y recrear del escritor, del poeta, de su sensibilidad a lo físico o material. Así, bajo estas condiciones, es menester que el poeta ande sucio, mal oliente, hambriento, desaliñado, despeinado, desgarbado, roto, etc., para que aquellas funciones para la creación se activen cual divinal halo adánico. Es verdad que la historia literaria lleva registrada una serie de dramas de hombres que apelando a su destinado menester poético, han aceptado la fatalidad como la única consecuencia para coronarse del laurel. Es verdad que nada más “alado objetivamente” se puede escribir si no se ha padecido, y que la comprensión sublime de las condiciones sociales del hombre y la profunda faz sombría de la humanidad no se pueden captar sin la menor experiencia de la adversidad. Pero, tampoco, podemos decir que las capacidades poéticas se ven anuladas cuando las condiciones materiales cambian para la bienandanza del poeta. Pues la sensibilidad del poeta, y llámese poeta al hombre que aspira el universo y su mundo para luego expirar cielos, flores, paraísos, perfumes, aunque eso signifique no escribir una sola palabra nunca; no se encuentra condicionada por el bolsillo. La condición del poeta pertenece a la capacidad Emocional Superior. Ser poeta es ser un creador y viajar alado ígneamente por los jardines de la divinidad, y expresar lo que sentimos es recibir de boca de la misma divinidad su perfumado canto, el cual dependiendo de nuestra condición individual la captamos de un modo u otro. Ser poeta es ser un semidios. Es repetir su papel creador y recreador. La divinidad posee todos apartados rincones del Universo, desde los más pequeños e ínfimos hasta los más grandes y terriblemente inconmensurables y no obstante su condición poseedora sigue siendo poeta, hasta en el caos hay una musicalidad interior reinante. Entonces el verdadero poeta no depende las condiciones materiales suyas o del mundo.

Condición individual frente al mundo
La condición individual de poeta, sea este escritor, pintor, músico, escultor, cantante, actor, etcétera; va más allá de la materia dura o del frío intercambio oneroso por su hacer. Su sensibilidad, su magia para crear y recrear seres, mundos y universos, obedece a un poder superior y eterno. Sus emociones son superiores y eternas y no se desfiguran fácilmente por el esputo fortuito de la fortuna.

Estar en el camino a ser un dios nos pone mucha más cerca de los ojos de los niños de las calles, de los brazos viejos y cansados de las madres abandonadas, de las calvas asoleadas y duras de los ancianos; y de las remotísimas malcriadeces de nuestro prójimo. Aquel que deje de sentir esto en cualquier circunstancia de la vida, nunca ha sido poeta y nunca lo será.

El Hombre verdadero es poeta
No puede continuar siendo una aventura ser hombre, ser humano y vivir en la tierra. No podemos continuar a tientas, con los planes egoístas y mundiales de hermanos cegados por un sentimiento de consumación, de que la existencia en la tierra es el desenlace final y que en función de eso debemos procurarnos todo a como de lugar, sin la esperanza de lo mágico-etéreo.

Existe una clase de ceguera natal que quien la padece nunca puede imaginar el mundo en colores, que sus ideas e imágenes siempre son en grises. Una ceguera que le impide ver los matices aromáticos de los paisajes, la de los cielos perfumados de poesía por las noches, la de la luz de las estrellas enamoradas sintiéndolas al borde de tu corazón, la de los verdes de los árboles y sus frutos madurando, meciéndose al canto del unísono viento del cosmos; y no obstante su dificultad, han aprendido a sentir y ver con el corazón. Pero existe otra ceguera, que aún viendo lo que ven, no pueden avistar cómo las sonrisas de los niños son tragadas por los llantos de una guerra de siempre. No pueden ver la pobreza engordándose de la delgadez mortecina del hermano. No pueden ver los corazones tristes de las madres del mundo enraizadas a la esperanza lejana de un futuro inverosímil. No ven nada, pero sonríen. Cuánto hace sufrir ese hermano equivocado.

Así pues existen hombres (Me refiero a ambos indiscriminadamente) que nacen sin visión, pero han aprendido a olfatear los colores de los sentimientos, los tonos de las emociones. Reconocen el llanto y la sonrisa; de color azul, cuando es de amor. De color amarilla, cuando es redentora. De color rojo, cuando es efusiva y osada. Blanca, cuando es la de un ángel. Oscura, cuando se expele de un pecho que sufre. Pero hay, existen “seres” que el don de ver no les alcanza para oír el grito quejumbroso, lastimero, doliente, insondable, recónditamente enmudecido de la consternación y pesadumbre de los hombres. Y de este modo se puede ser poeta, asumiendo un compromiso individual con los seres humanos, con cada uno de ellos, empezando por el que está a nuestro lado.

El nivel de comprensión de la poesía
Existe frente al tema un argumento en el que yo estoy de acuerdo precisamente. La poesía dicen que es subjetiva y por lo tanto ininteligible para cualquiera. Y en ese argumento se han basado los poetas de siempre y los de ahora para escribir cada cosa, sin importar la comprensión del resto de nuestros congéneres. Por un lado, el individuo aún no ordena su mundo interno, por lo tanto, lo que tiene dentro es un caos, entonces, como consecuencia del caos interno, su producción, cualquiera que sea contendrá ese caos. El individuo en la actualidad tiene que esforzarse mucho para ordenar su mundo externo. Ha creado sendas leyes y reglamentos para limitar el actuar individual, imaginemos un mundo sin leyes pues, obviamente no sería para que vivan los hombres actuales. Existen las leyes justamente para mantener en línea la condición individual caótica del hombre.

La poesía debería acercarnos a la belleza, primero como individuos, luego, mediante nuestro arte, acercándola a los demás. Mientras tanto, lo que se exprese de dentro para fuera, será sólo esa muestra del desorden o de la mediana comprensión que tenemos de las cosas y que resultará en los demás es que también tengan un desorden o una mediana comprensión de las cosas. Esto de alguna manera un otra implica una cierta responsabilidad del poeta, del escritor, del artista, primero consigo mismo y luego con los demás. Si el sol no se ardiera en sí mismo, no pudiera alumbrar el universo.

La poesía en el mundo actual
Lo que entiendo realmente en estos tiempos, es que, nada o muy poco sensiblemente real se mueve, se oye o se siente en la vorágine profunda de la esencia individual. Lleva mucho tiempo abandonada a la búsqueda de la verdad y su caricia salvadora; y con ella se han devaluado los elementos valorativos de las cosas, desde las más elevadas y complejas, hasta las más pequeñas y sencillas, por ende la de la poesía.

Y nos hemos lanzado en la búsqueda de la cura en lo más extenso y lejano de nosotros mismos sin descubrir en absoluto nada. Sin advertir que la fuerza de la panacea se encuentra dentro cada uno de nosotros y se llama esencia. Allí está el embrión de lo mágico-etéreo, el principio de todo y el descubrimiento de la verdad y su caricia salvadora. Allí esta el detonante para el cambio y de la poesía también.

¿Cuánto más, el llanto de nuestros hermanos sufrientes del mundo deben alimentar los mares y ríos de la desolación de nuestro planeta? ¿Cuánto más el fuego lóbrego de nuestras iras deben calcinar las almas sonrientes de nuestros niños? ¿Cuánto más el golpe duro de la violencia azotará la ingenuidad de los ejércitos de hombres lanzados a afrentas infructuosamente atemporales?

Debemos pensar y sentir con la esencia, oír su voz. Debemos sentir que la humanidad y su voz se mueve en todo y eso es solo mediante una Esencia receptiva, limpia. En la mirada inocente e ingenua de todo, en la existencia de todo, allí esta la poesía, la misma poesía que habita dentro de nosotros, que reconocer para poder reconocerla fuera en su verdadero color y sonido. Desde el reino de los minerales hasta el reino del hombre, en todo vibra la fuerza de la humanidad. Acércate a ella, a sus ojos y siente su vibración de hermano; acércate a su alma y siente qué florece en ella. Sienta la misma esencia de la poesía en todo.

Aprendamos a estar por sobre las competencias, por el sobre quien puede más o tiene más, compadécete y conmuévete de tu tiempo, de tu naturaleza. Sólo de ese modo, con ese único modo, podremos salvar lo poco de amor que nos que da en todo los seres humanos y en toda la naturaleza que nos rodea. Es un principio de siglos conocerse a sí mismo, para poder conocer el universo y los dioses.

Ahora pues, estoy en la ciudad, frente a la ciudad de todos, de todos los días, me detengo, camino, doy vueltas, me siento, sonrío, oigo, camino, me vuelvo, me detengo de nuevo y lo que hago es sentir, en que instante estoy y que es lo que muere y nace en mi, y quiero pues que siempre muera en mí todo lo avieso y nazca así la poesía, de ese modo naceré de nuevo y algún día me liberaré de este cuerpo para siempre. La poesía esta en todos, sólo hay que dejarla salir, libera tu Esencia, que al fin al cabo es una partícula de amor y ella si que es poesía verdadera.

MIS POEMAS

cuando se ha encontrado la muerte,
cuando al minúsculo respiro la invocas
y sin tregua alguna mascullas el bendito verso,
y cuando un cielo más brilla al color de dios…

cuando espada en mano sostienes la luz,
aguzado al estruendo oscuro de tus propios miedos,
y cuando sin otro amor blandes la magia del verbo,
cuando el azul del mar desaparece en tu mirada dorada…

cuando tu esencia vertes al universo
sin calcular estrella
sino la ignota caricia de la gloria,
y cuando de otro cielo escribes…

cuando el hombre se convierte en sol,
al paso de octavas tras octavas,
cuando silba el viento eterno del único verso,
y cuando el dolor de los huesos es voluntario…

cuando los padecimientos son poemas amarillos,
y Ben Pandira en sangre clama amaos los unos a los otros,
cuando se ES,
y cuando tu luz alcanza a alumbrar los infiernos…

cuando el sincero gesto del niño te conmueve,
sin calculo,
sin miedo,
sin otro decir que el balbuceo primero,
y cuando su mirada hunde para siempre nuestra fealdad…

cuando la trompeta de AUN elevó su mensaje
y lo viste,
cuando oíste su son anunciar la nueva era,
cruzándote en la muerte en marcha
queriendo osirificarte,
eterno,
y cuando escuchas la voz del cielo en tu propia voz…

cuando el rumor del viento y sus dioses,
recorren la inmensidad de tu corazón,
cuando el 13 y sus vértices infinitos son tu mundo,
y cuando las aguas recorren otros caminos dentro de ti…

cuando la canción del fin,
oyes en el piano de Beethoven,
y a Goethe,
le oyes en sus pasos eternos recitar el verso perpetuo:
¡Madre! ¡Madre! Consume lo que no soy.
Y cuando te das cuenta observas caminos tras de ti…,
poeta es

Y el poema es:
cuando se es poeta.





la roca cuenta su historia nocturna,
despertando el silencio,
volviendo viento sus gritos,
mientras que las aves recorren el pentagrama,
que las nubes construyen a los dioses.

el agua,
candida, febril y lozana,
canta la vuelta de la madre,
y los cabellos de los árboles,
se adornan de nuevo de la esperanza.

el fuego lamenta haberse ido,
dejando a los alquimistas en el recuerdo,
mientras que la piedra yace dormida
enrosca en un sueño serpentino.

se oye el mantram lejano del iniciado,
misterioso y silente busca yacer en la muerte,
constante,
detallada,
que lo perdone del caos en la tierra,
arrancándose el mal de la entraña.
volver a ser,
volver a ser hombre.

canta madre… canta…

Y el poema es:
vuelve natura





quién alienta el caos?
quién verte desazón en la sangre de la tierra?
esa negra voracidad de todos los tiempos,
la que saluda el corazón indiferente de todos,
mientras se pierden los amaneceres trinados.

se ha dormido la brisa fresca femenina,
la de la enamorada luna en creciente,
cuando en connubio sagrado,
el sol le acercaba su simiente luz.

quién llora la agonía?
del cuerpo azul que pasea sus pasos lentos,
en el camino oscuro del cosmos,
pidiendo socorro del hombre,
oscilando entre el amor y el odio.

ya será tiempo de perecer?
le pregunta la novia azul al sol,
mientras que su cuerpo se hunde en el llanto,
de sus deshielos,
de sus ríos solos y abandonados,
reos de la fría factoría,
rondados por nubes de plomo.

llora natura por la vieja hermana,
la de traje exangüe y maltrecho,
andando a tientas esperando lo peor de mi.
sus misteriosos y terribles lamentos
es la tonada musical del final,
sólo espera el aliento último de Jano.

Y el poema es:la tierra llora







Amor.
Tu nombre se repite en el rumor del viento,
en el sol que tiene escrito tu fuego en su historia,
en la magia de tu primavera,
de la cual eres gestora y princesa.

Amor.
Tienes el nombre de todos los tiempos,
de todas las voces del silencio,
del pensamiento ignoto y del externo,
de la emoción sublime que se cierne entre mis cielos.

Amor.
Caminas entre las visiones de mis ojos,
entre la extasiante locura de la eternidad,
entre el latir de mi corazón apasionado.

Amor.
Conoces del camino que nos acerca,
que nos mece en tu trinar recurrente,
de otras vidas,
de otros soles de lo ya contado,
entre las malvas de los pétalos solares,
envuelta en el capullo de mi ser.

Amor.
Estas en el cielo respirando en la tierra,
duermes en una nube hecha por venus,
cobijada por los cantos de las aves del cielo,
que son ángeles disfrazados,
venerando tu belleza.

Amor.
Eres una diosa que llena el firmamento,
tus ojos brillan con el movimiento de los astros,
creando con tu voz otros universos.

Amor.
así como,
te meces en el delicado pétalo del viento,
así,
te posas en el espacio abierto de la naturaleza:
ella es tu cuerpo luz.

Amor.
Escribo los versos que están en mi alma,
la poesía que se trasluce en tu nombre,
en tu mirada lejana que la tengo sobre la mía,
cantando la canción de la piadosa muerte,
de instante en instante,
día a día.

Y el poema es:Amor: te hablo, te llamo, te tiento.