lunes, 20 de abril de 2009

Reflexión sobre el estado interior del hombre


Cuanto más pensamos en los horrores de la acción fraticida del hombre por el hombre, día a día, más nos confundimos y asalta la misma pregunta de siempre: ¿Cómo es posible que pase esto, después de todo lo pasado?

Es notable la cantidad de noticias de ataques a pueblos o ciudades enteras en los tiempos actuales. Ya no es sorpresa para ninguno oír los serios enfrentamientos en algunas zonas de oriente, que de propósito pareciera que hubieran sido creadas aquellas ciudades para el caos y la guerra.

Oír que en la Franja de Gaza cada día se enfrentan docenas de seres humanos provistos de esperanzas ilusas alimentadas por autócratas, que nunca dan la cara en el campo de batalla, es una noticia ya acostumbrada, que por su persistencia nos resulta indiferente y de costumbre.

Existen muchas instituciones mundiales creadas a partir de serios enfrentamiento internacionales para salvaguardar la paz mundial. Todos nos preguntamos, ¿qué tanto se hace para mantener la paz mundial?, ¿qué tanto se hace escribiendo en tanta papelería, la que al final va a dar a anaqueles atiborrados de otros papeles, las que al final sirven de recuerdo de citas, cenas, risas, palmadas, glamour y ostentación de los mal llamados gestores de la paz?.


Se han escrito sendos discursos sobre la paz mundial y el aseguramiento de la tranquilidad de los ciudadanos de los todos los linderos mundiales. Cada letra, cada palabra, cada frase, va cargada del espíritu de la esperanza, pero que en realidad no se sostiene más que en la ilusa mente de las buenas intenciones.

La realidad nos muestra todo lo contrario, basta con dar una mirada al panorama mundial para darnos cuenta que las noticias son desesperanzadoras. Algunos se han atrevido decir que todo esto pasará y que al final el hombre se dará cuenta y recapacitará ante tanta demencia evidenciada. Nunca más, se dijo después de la primera guerra mundial. Suficiente muestra de desvarío e infortunio para volver a pensar o maquinar otra guerra. Pero. Nunca más, se dijo después de la segunda guerra mundial. Pero. Las esperanzas de que todo tome un cauce pacifico y exista una atmósfera de armonía, en las actuales condiciones de relaciones mundiales, nos hace prever que una tercera guerra se avecina. El plan para limitar las políticas armamentistas de las naciones, es solo eso un plan. Todos los países, en su más o menos, gastan millones anualmente en armamento bélico y militar, como parte del presupuesto nacional de cada nación. Porcentaje presupuestal que en la mayoría de los casos es mayor a los porcentajes que se consideran para gastos en educación y cultura.

Nada parece funcionar dentro de esta vorágine existencial del hombre. Nada parece condicionar los límites de los intereses del hombre de enfrentarse a sus congéneres. Nada parece salir como lo que se planea para solucionar los problemas de convivencia entre los seres humanos. Es importante en toda problemática, cuestionar el asunto para obtener respuestas y estas a su vez soluciones. Pero, ¿nos estaremos cuestionando correctamente? ¿Por qué y para qué la guerra? Parecen preguntas fáciles de responder. La guerra no es un elemento activo de las sociedades que cada cierto tiempo se impulsan por si solas y empieza a generar todo ese caos. La guerra es una consecuencia, no es una causa, esto es algo que hemos olvidado. Pero, estudiosos modernos y “serios” pretenden señalar algo ya expuesto antes, para hacer fundamentar la actualidad, que la guerra es un elemento activo que es parte del desarrollo de las sociedades. El hombre nace para hacer la guerra, se puede leer por allí. Por ende se puede también leer por allí, que la paz es una consecuencia de la guerra. No se puede señalar uno sin la existencia de lo otro.

¿Por qué y para qué la guerra? Podría llevarnos a respondernos fácilmente ante circunstancias singulares o determinadas, pero, el problema de la guerra es el hombre en sí mismo. No es la guerra y los intereses bajo las cuales se generan estas. La guerra y el enfrentamiento es una consecuencia del hombre en sí mismo. El hombre tiene guerra por dentro, entonces tiene guerra por fuera. El hombre esta enfrentado consigo mismo, dentro si. El hombre se encuentra inconforme consigo mismo y ante su insatisfacción se enfrenta hacia fuera creyendo encontrar la satisfacción de sus conflictos en el exterior.

La guerra es una circunstancia, que obedece a una causa. Y al buscar el origen de la causa, todos creemos encontrarla en diferentes intereses creados por el hombre. El origen de la causa no esta en el dinero, no esta en el petróleo, no esta en la tierra, no esta en los límites, no esta ni siquiera en el interés de gobernar. El origen de la causa de la guerra se encuentra dentro del hombre, no fuera de él. Demás esta decir o mencionar aquellos aspectos negativos que hemos conservado por siglos dentro de nosotros. Si observamos la historia de la humanidad, la guerra se puede iniciar por las cosas más simples e inauditas. Todo se puede convertir en causa de guerra en el mundo. Hasta los asuntos más sacros se pueden convertir en argumento o justificación para iniciar la guerra. La justificación para iniciar el holocausto durante la segunda guerra mundial por Hitler, fue la venganza de la muerte de Jesús el Cristo. Si nos vamos más atrás, no olvidemos las grandes cruzadas, iniciadas con apoyo eclesiástico, que tenían como justificación secreta encontrar el Santo Grial. No olvidemos su guerra particular que inicio “La Santa Iglesia Apostólica Romana” con la Santa Inquisición, que asesino a cientos de personas, dizque herejes y hechiceros. Entonces las justificaciones para iniciar la guerra pueden ser diferentes y variopintas. Pero, no es realmente el origen de la causa. El interés de poder puede ser causa para originar la guerra. El interés por la extensión de la tierra, puede ser causa para originar una guerra. El interés por el dominio del petróleo puede ser causa para originar la guerra. Pero, no es el origen de la causa. El origen de la causa que tiene como consecuencia la guerra, esta dentro del hombre.

La psicología en estos tiempos se ha banalizado de tal modo que ésta es aplicada en un sentido trivial, no tiene la importancia fundamental que la tuvo hace mucho tiempo. La psicología moderna se ha dedicado a analizar cada vez más elementos extrovertidos, olvidándose de los elementos más profundos del hombre. La psicología en la actualidad le dice al hombre, que puede convivir con aquellos aspectos negativos en sus psiquis, siempre y cuando aprenda a controlarlos, o, que su accionar o actividad no afecte a los demás. Es un error mantener aquella tesis, la realidad del individuo salta a la vista. El hombre no tiene voluntad para controlar todo el tiempo aquellos aspectos negativos. La negación de si mismo basada en el control o la represión de esos aspectos negativos, sólo generan pasiones acumuladas en un recipiente psicológico o mental, que termina al fin al cabo por desbordarse en algún momento. Reprimir, controlar, no es eliminar o desintegrar. Y teniendo en cuenta que el hombre siempre afecta al hombre, condicionado a la socialización, es lógico pensar que siempre su parte psicológica negativa afectará a otra y esta a su vez a otra, o viceversa. La guerra es un asunto muy antiguo, que tiene por lo mismo, causas tan antiguas y a su vez orígenes tan profundos y ancestrales, es decir, la psicología que la origina es la misma desde mucho tiempo. La multiplicidad de elementos componentes en la psicología del hombre hace que este no tenga un control total de sí mismo. Por eso las cárceles están llenas de “no lo quise hacer”. Lo que un reo promete al verse en libertad difiere en mucho de lo que después vuelve a cometer y peor.
La paz no es una virtud que se encuentra en algún sitio. La paz no es una circunstancia que se pueda fabricar con poses, papeles, escenografías, serpentinas, banderas, discursos y muchos menos con decenas de instituciones en la que se firmen tantos acuerdos, que sirven para alimentar una historia plagada de mentiras. Vivimos engañados y engañándonos que los responsables de la guerra son todos los que tienen el poder. Vivimos engañándonos que la paz es una circunstancia que tienen que fabricar los grandes países que ostentan el poder a través de una economía solvente. Vivimos engañados que se debe luchar por la paz en el mundo, cuando en nuestros hogares estamos enfrentados con nuestra familia. Vivimos engañados que se debe luchar por la paz en todos los rincones del país, cuando en todos los rincones de nuestra psiquis tenemos muchos conflictos, lo que nos lleva a tomar decisiones y soluciones erróneas. La Paz es un estado interior, no es una circunstancia externa. Mientras que continuemos buscando la paz social dentro del colectivo o en algún lugar en particular, nos vamos a encontrar más que otras justificaciones para seguirnos enfrentarnos unos contra otros. Es momento que el hombre empieza a encaminar esfuerzos para dirigir todo su ímpetu y esfuerzos individuales en la eliminación de todos sus conflictos y guerras internas. Es momento que el hombre elimine el origen real de la causa de la guerra. Hay que eliminar aquellos aspectos negativos de nuestra psicología individual, allí esta el origen de nuestras circunstancias equivocadas, allí esta la causa de todos nuestros errores, allí esta la causa de nuestros infortunios y desazones. Mientras que nuestra psicología se incline a enfrentarse al vecino como la causa de nuestras desavenencias, contemos con que estaremos promoviendo una futura guerra fraticida. Una convivencia en armonía no se logra en el papel, se puede promover, incidir, pero, la paz solo se logra si el hombre tiene una psicología interna única y singular. Al fin al cabo nada se puede gobernar de afuera para dentro. El buen gobierno siempre es desde adentro para fuera. La paz es un estado interior y no una circunstancia externa.

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